viernes, 27 de diciembre de 2013

La ética del comercio y su efecto sobre la economía de las naciones

Índice
1.      El concepto de ética
2.      Adam Smith y su visión de los comerciantes y el comercio
3.      Interés, precio justo e  inflación
4.      La causa principal de la inflación es el egoísmo humano
5.      No puede haber ética en el comercio sin una concepción ética de la vida
6.      ¿Qué pasa cuando el Estado se convierte en comerciante?
7.      Conclusión

1.      El concepto de ética
La palabra ética proviene del Latín ethicum. El diccionario define la palabra ética como 1. Parte teórica de la valoración moral de los actos humanos. Sinónimo: moral. 2. Filosofía: Conjunto de principios y normas morales que regulan las actividades humanas.

2.      Adam Smith y su visión de los comerciantes y el comercio
Adam Smith (1723-1790) fundador del Liberalismo Económico, era un filósofo de una arraigada postura ética, creyente en las virtudes derivadas de un orden providencial. Contrariamente a lo que muchas personas puedan creer, Adam Smith no era un defensor a ultranza del capitalismo sin límites. Una de las frases más famosas de su libro La Riqueza de las Naciones, ilustra claramente lo afirmado anteriormente; ese concepto es el siguiente: “Los comerciantes del mismo rubro rara vez se reúnen, incluso para entretenimiento y diversión, sin que la conversación termine en una conspiración contra el público, o en alguna estratagema para aumentar los precios.”
Smith tenía recelo hacia los comerciantes porque pensaba que éstos procuraban eliminar la competencia, crear monopolios y vender al más alto precio posible, hechos que consideraba contrarios a su visión ética de la vida y a su concepción liberal de la economía.
En diversas partes de su obra cumbre, La Riqueza de las Naciones, Smith reflexiona sobre los comerciantes y el comercio. Por ejemplo, en el capítulo IV del libro primero “Sobre el Origen y Uso de la Moneda”, Smith afirma que todos los hombres tienen algo de mercader. En el capítulo IX referido a “Los Beneficios del Capital”, asegura que “los comerciantes y fabricantes se quejan generalmente de los malos efectos de los salarios altos, porque suben el precio y perjudican la venta de sus mercancías, tanto en el interior como en el extranjero. Pero nada dicen sobre las malas consecuencias de los beneficios altos. Guardan silencio profundo por lo que respecta a los efectos perniciosos de sus propios beneficios y sólo se quejan de los ajenos.”
En el capítulo IV del libro tercero referido a “Cómo el Comercio de las Ciudades Contribuyó al Progreso de los Distritos Rurales”, afirma lo siguiente: “se dice vulgarmente de un comerciante y, con visos de verdad, que no es necesariamente ciudadano de un país determinado. Por su profesión, le es casi indiferente cualquier lugar de residencia y basta un leve disgusto para que traslade su capital de un país a otro y, con él, toda la industria que dependía de sus inversiones. Su capital no puede decirse con propiedad que pertenezca a un país más que a otro, hasta que se haya derramado por la superficie del país, arraigando en edificios o en mejoras de carácter permanente.”
En el capítulo II del libro IV, “Sobre los Sistemas de Economía Política” asegura que “Podemos decir en su honor que los dueños de la tierra y los colonos son las personas menos imbuidas del maldito espíritu de monopolio.” Y agrega después que “Los colonos y los propietarios, dispersos en varias partes del país, no pueden confabularse tan fácilmente como los comerciantes y fabricantes, pues estos, juntos en las ciudades y acostumbrados a aquél espíritu gremial del monopolio exclusivo que entre ellos prevalece, procuran conseguir contra todos sus compatriotas los mismos privilegios exclusivos que obtuvieron contra los demás habitantes del pueblo en que residen. Fueron ellos, según creencia general, los primeros inventores de aquellas restricciones sobre la introducción de mercaderías extranjeras que les aseguraron el monopolio del mercado interno.”
Estos  conceptos del fundador del Liberalismo Económico ponen en evidencia su clara comprensión del papel que jugaban los comerciantes en la sociedad y demuestran la manipulación que se ha hecho de sus ideas a través del tiempo para justificar la no intervención del Estado en la economía. En verdad, Adam Smith nunca dijo explícitamente que estaba de acuerdo con el control de precios, pero de sus razonamientos se deduce que estaba consciente que los comerciantes y el comercio llevan cada uno en sí mismo el germen de la especulación.

3.      Interés, precio justo e inflación
La crítica al interés y la usura aparece por primera vez en la historia del mundo occidental en el Antiguo Testamento. Luego, en la civilización griega, se dan los primeros pasos para la creación de la economía; fue un presocrático, Xenofonte (430-355 A.C), en su obra Oeconomica, el creador del concepto y se refería, esencialmente, a la administración de la casa. Después,  Platón (427-347 A.C),  en su libro La República, condena la usura mientras que Aristóteles (384-322 A.C) en su Ética, censura también el cobro de interés y la usura, crea las bases de la teoría del valor y la división del trabajo. La Antigua Roma sufrió las consecuencias de la inflación y ello provocó grandes conflictos, al extremo de que el emperador Diocleciano se vio obligado a decretar el control de precios y establecer la pena de muerte para quienes lo violaran. Después, en la Edad Media, el tema adquiere gran relevancia con las reflexiones de Santo Tomás de Aquino (1225-1274) en su Summa Teológica, en la que proscribe la usura y aboga por el precio justo.
Nicolás Oresme (1340-1382), escribe el primer tratado de economía monetaria, en el que critica la tendencia a disminuir el contenido de oro y plata de las monedas y considera los efectos de estas medidas sobre los precios; es pues, Nicolás Oresme, el precursor del concepto que atribuía a las monedas de menor valor el desplazamiento de las monedas de mayor valor, idea desarrollada tiempo después, en el siglo XVI, por Thomas Gresham, asesor de la Reina Isabel I de Inglaterra.
Las obras de Xenofonte, Platón, Aristóteles y Diocleciano en la Edad Antigua y de Santo Tomás de Aquino y Nicolás Oresme en la Edad Media, representan el ideario económico de cada una de esas épocas.
Pero es en la Edad Moderna, a partir del descubrimiento de América (1492), que el pensamiento económico va a desarrollarse en forma intensa. La preocupación fundamental de los primeros estudiosos de la economía fue por los asuntos monetarios ya que  la llegada a Europa de inmensas cantidades de oro y plata provenientes de América provocó grandes cambios en la economía, entre ellos la inflación.
La primera doctrina económica fue el Mercantilismo (siglos XVI al XVIII). El Mercantilismo consideraba que la riqueza de las naciones estaba constituida por la cantidad de metales preciosos acumulados y que para obtener esa riqueza era necesario tener una posición privilegiada en el comercio internacional, mediante la exportación de la mayor cantidad de bienes y le importación de lo estrictamente necesario. El Mercantilismo propugnaba la intervención del Estado en la economía para garantizar los propósitos antes explicados. El filósofo francés Jean Bodin (1530-1596),  fue el primer expositor de la doctrina mercantilista en su libro, La República, en el que hace además un estudio del aumento de los precios y una defensa de la propiedad privada. Este trabajo de Jean Bodin  abre, pues, las puertas a los grandes temas del moderno pensamiento económico: el proteccionismo y el librecambio, el liberalismo y socialismo. A partir de allí es que se desarrolla toda la estructura conceptual económica moderna. En Inglaterra, el fundador del Mercantilismo es Thomas Mun (1571-1641), con su obra England’s Treasure by Foreign Trade.  En el siglo XVIII, en oposición al Mercantilismo surge la doctrina Fisiócrata, cuyo principal exponente fue el médico francés, Francoise Quesnay (1694-1774),  luego, apareció el Liberalismo Económico, cuya máxima figura es Adam Smith (1723-1790) y, casi un siglo después, Carlos Marx (1818-1883), publica sus obras, las cuales constituyen una negación de los principios del Liberalismo Económico.
En las cuatro principales doctrinas económicas, el Mercantilismo, la Fisiocracia, el Liberalismo Económico y el Marxismo, estuvo siempre presente el tema de la libertad de comercio dentro de los países y entre las naciones, unas veces en forma explícita y otras veces en forma implícita.  En el siglo XX el tema ocupó la atención de gobernantes y estudiosos de la economía, especialmente a partir de la década de los noventa, como consecuencia de la imposición del Neoliberalismo a las naciones en desarrollo, por parte de los organismos financieros internacionales.
El interés, el precio justo y la inflación han sido relacionados siempre con dos hechos prácticos: a) la libertad económica o su restricción por parte del Estado y b) con la abundancia o restricción de dinero. Los creyentes en la Teoría Cuantitativa del Dinero atribuyen la inflación a la sobre abundancia de dinero, pero en diversos momentos históricos se ha demostrado que esa premisa no es una verdad universal única, sino una verdad relativa, que depende de diversos factores como la capacidad ociosa de la economía.  Por ejemplo, una economía con capacidad ociosa puede reaccionar rápidamente a los estímulos monetarios y aumentar la oferta de bienes y servicios sin cambios notables en los niveles de precio.
David Hume (1711-1776), en su ensayo sobre el dinero, fue el primero en demostrar los efectos positivos de una expansión monetaria y lo explicó a través de su teoría de la inflación beneficiosa. Tres siglos después de Hume, otro inglés, John Maynard Keynes (1883-1946), ampliaría y fortalecería la tesis de Hume, en su libro Teoría General de la Ocupación el Interés y el Dinero, que serviría de base para superar la Gran Depresión de los años treinta del siglo XX. Al publicarse la teoría, surgieron críticos que aseguraban que la tesis no resolvería los problemas económicos a largo plazo. Para responder a esa objeción, Keynes respondió simplemente que a largo plazo todos estaremos muertos, demostrando de esa manera que lo importante es lo que ocurre aquí y ahora, porque nadie puede saber qué sucederá en el futuro.
La tesis de Keynes tuvo treinta años continuos de éxito y ese período histórico fue llamado la Era de Keynes; abarcó desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta fines de los años setenta cuando nuevamente la economía mundial volvió a entrar en crisis, como consecuencia de las manipulaciones monetarias realizadas a principios de la década por Alemania y otros países europeos, hechos que condujeron a la devaluación del dólar en 1971 y, luego, a la crisis por el aumento de los precios del petróleo desde 1973. A partir de esos hechos reaparecieron en escena los críticos del modelo keynesiano encabezados por la Escuela de Chicago, que atribuían la crisis, entre otros factores, a la intervención del Estado en la economía, a la política de bienestar que ampliaba los beneficios sociales a todos los sectores de la sociedad y a las consecuencias monetarias de esa política. Primero fue la Primer Ministro de Inglaterra, Margaret Thatcher, quien asumió los principios esbozados por la Escuela de Chicago, cuyo principal representante era el profesor Milton Friedman. Luego, el presidente de Estados Unidos, Ronald Regan, adoptó la política y de allí en adelante esos principios se convirtieron en la cartilla de los organismos financieros internacionales, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.    
Friedman intentó recuperar e imponer el pensamiento de Adam Smith respecto a la no intervención del Estado en la economía y, a la vez, la esencia de la Teoría Cuantitativa del Dinero, que atribuye a la expansión de la masa monetaria la causa de la inflación. Era, pues, el punto de vista opuesto a la idea de Keynes. Sin embargo, cabe destacar que Friedman nunca desconoció los efectos que a corto plazo se derivan de la expansión monetaria en términos de  aumento de la producción y el empleo ni le atribuyó la causa de la inflación en lo inmediato, como lo demostró la realidad entre fines de la Segunda Guerra Mundial y la década de los setenta, período de expansión del empleo, la producción y mínima inflación.  La objeción de Friedman a la teoría de Keynes era esencialmente por sus consecuencias a largo plazo pero reconocía sus efectos positivos en lo inmediato. Podemos decir, en síntesis, que la concepción de Keynes respecto a los beneficios del aumento de la inversión sobre el empleo, la producción y los precios no ha podido ser desmentida hasta ahora.

4.      La causa principal de la inflación es el egoísmo humano
Las explicaciones anteriores se justifican, porque la inflación y la especulación muchas veces pretenden ser explicadas o justificadas debido al incremento del gasto público y/o el crecimiento de la liquidez en las economías. No se puede negar que uno y otro elemento pueden tener una incidencia en la inflación cuando, en efecto, la abundancia de dinero no guarda relación con la cantidad de bienes y servicios existentes en un momento dado. Pero, en mi opinión, esa no es la causa principal de la inflación. La causa principal de la inflación es el egoísmo humano que no conoce límites a la acumulación de riquezas y cuyo objetivo es acumular y acumular.
En el libro Apreciación crítica de la política monetaria, el bolívar oro (1), publicado por Monte Ávila Editores Latinoamericana en el año 2007, explicaba que las causas de la inflación son entre otras: a) la devaluación de las monedas, b) la usura, c) la presión tributaria, d) el aumento del precio de los insumos y servicios básicos y e) el incremento de la demanda ante una oferta insuficiente, es decir, la existencia de medios de pago superiores a la cantidad de bienes y servicios existentes en una sociedad.
En los países afectados por variaciones extremas de precios están presentes uno o varios de los factores señalados anteriormente pero, en mayor grado, la propensión hacia la especulación. Es decir, la tendencia a invocar la existencia de cualquiera de los factores antes explicados para justificar la elevación de los precios en forma arbitraria. Esa,  pues, es la actitud a la que se refería claramente Adam Smith.

5.      No puede haber ética en el comercio sin una concepción ética de la vida
En el ensayo intitulado Países salvajes y países avanzados (2), decía que “Lo que distingue a un país salvaje de un país avanzado es que en los países salvajes la conducta de una parte importante de sus ciudadanos está en contraposición con los valores morales definidos en los Diez Mandamientos de la Ley de Dios, mientras que en los países avanzados la mayoría de su población si respeta esos principios”.
La ética del comercio está vinculada directamente a dos mandamientos fundamentales: a) No robarás y b) No codiciarás los bienes ajenos.     
El problema es que desde el principio de los tiempos, el hombre ha violado esos principios. El mundo actual no es una excepción y sólo en muy pocos países se puede decir que existe respeto por esos principios fundamentales.
Hay países donde la situación es peor que en otros. Son naciones en las que no existen límites a las ganancias especulativas. Altas tasas de interés, usura, especulación con la comida, las medicinas, la vivienda y otros bienes y servicios esenciales, son elementos comunes en esos países. Cuando ello ocurre, las posibilidades de desarrollo desaparecen o son mínimas.

6.      ¿Qué pasa cuando el Estado se convierte en comerciante?
El otro grave problema que enfrentan las naciones es que muchos dirigentes políticos malinterpretan el significado de la política y convierten a los Estados en comercios y/o empresas privadas. En algunos casos, en pleno siglo XXI,  han llegado hasta a crear o contratar ejércitos privados, compañías de mercenarios para operar en escenarios de guerra.
Ese tipo de dirigentes cree que la política y el Estado es un negocio que debe ser rentable y pretenden que las actividades públicas como la salud, la educación, la infraestructura y otros servicios públicos proporcionen ganancias. Cuando ello ocurre, se le hace un gran daño a la sociedad en su conjunto. Eso es lo que está pasando hoy en día en Europa, en países como Portugal, España, Italia y Grecia, que han reducido la inversión pública para privatizar los servicios más esenciales.

7.      Conclusión
Sólo la acción de los Estados puede impedir la usura y la especulación, a través de leyes y acciones morales para sancionar ese tipo de conductas. La competencia en el mercado no es suficiente para mantener los precios en niveles justos, porque en el mercado existen tendencias especulativas irrefrenables, motivadas por la conducta egoísta cuyo único objetivo es tener más dinero. La comprensión de esta realidad es algo esencial.  Adam Smith, el padre del Liberalismo Económico no dijo nunca esto en forma explícita, pero de sus conceptos sobre el comercio y los comerciantes, se infiere claramente que, moralmente, Smith creía que era necesario poner freno a las conductas especulativas en la sociedad.
(1)    Pablo Rafael González. Apreciación crítica de la política monetaria, el bolívar oro. Monte Ávila Editores Latinoamericana, página 138. Caracas, 2007.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Eliminar el control de cambio sin descapitalizar las reservas

La solución al problema económico de Venezuela no está en ninguno de los extremos: ni en el comunismo, ni el socialismo extremista ni en el neoliberalismo. La solución está en un equilibrio que concilie la necesidad de proteger el ingreso de las personas y, en consecuencia, combatir la inflación, la especulación y preservar las reservas internacionales, por una parte, y garantizar la expansión de la producción agrícola, industrial y de servicios, por la otra. Ambos objetivos pueden lograrse sin necesidad de caer en los extremos ya señalados. Se podría eliminar el control de cambio sin que ello implique una descapitalización de las reservas, ¿cómo? Bueno, estableciendo límites y prioridades a las cantidades de divisas que el Banco Central asignará para el funcionamiento de la economía. Las prioridades son la agricultura, la industria y los medicamentos. El resto de las divisas debe provenir de las captaciones que hagan los empresarios y los bancos públicos y privados tanto en el mercado interno como en los mercados internacionales. Para ello es necesario primero que todo crear una nueva moneda, que he llamado el bolívar oro, a la par del dólar, con cambio fijo, sustentada en las reservas de divisas del país y en sus reservas de petróleo y oro, para lo cual sería necesario emitir valores, bonos en dólares, garantizados por dichas reservas. La otra medida es permitir el libre uso del dólar en todas las transacciones de la economía y, en consecuencia, circularían libremente el bolívar oro y el dólar. Estas medidas deben ir acompañadas de un estricto control sobre las importaciones, para evitar el desequilibrio de la balanza de pagos y, también, de un control de precios concertado con los empresarios, para garantizar el abastecimiento y el mantenimiento de los precios.  Esas medidas contribuirían a detener y revertir la inflación, la especulación, la escasez y crearían una economía en expansión.
Respuesta del autor a un comentario publicado respecto al artículo intitulado:
Cómo resolver el problema monetario y cambiario de Venezuela
 http://pablorafaelgonzalez.blogspot.com/2013/05/como-resolver-el-problema-monetario-y.html

lunes, 7 de octubre de 2013

Debido a su devaluación acumulada el bolívar no se puede recuperar, por eso quedan sólo dos opciones, dolarizar o crear una nueva moneda

La moneda venezolana, el bolívar fuerte, no se puede recuperar; la razón es muy simple: porque tiene una devaluación acumulada que llega hoy en día al millón por ciento entre el año 1983 y este año 2013 y eso lo hace irrecuperable. En efecto,  para el año 1983 1 dólar representaba 4,30 bolívares pero hoy en día ese mismo dólar representa una cantidad que legalmente no se puede decir en Venezuela pero que en términos porcentuales significa un aumento del millón por ciento en el mercado que tampoco se puede nombrar en Venezuela.
En el año 2008 Venezuela hizo una reforma monetaria para quitarle tres ceros a la moneda. Ello no modificó la realidad de los precios. La medida se adoptó para dar la impresión de que se estaba controlando la inflación y, además, para simplificar las operaciones con la moneda, especialmente las cuentas nacionales, ya que las cifras de presupuestos y otras cantidades de recursos públicos cada día se hacían más difíciles de manejar debido al crecimiento de la inflación. Lo cierto es que 1 bolívar fuerte de hoy equivale en realidad a 1000 bolívares del año 2008 antes de restarle los ceros. En consecuencia, 6,30 bolívares de hoy, que es la cotización oficial del dólar significan realmente 6.300 bolívares de los viejos. El precio de una manzana hoy es de 50 bolívares, pero en la realidad eso significa que una manzana cuesta 50.000 bolívares de los viejos, hecho que pone en evidencia hasta dónde ha llegado la devaluación de la moneda. Por esa razón a Venezuela no le quedan sino dos alternativas si quiere recuperar el poder de compra de la moneda, abatir la inflación, acabar con la escasez y estabilizar los precios: a) dolarizar la economía o b) crear una nueva moneda atada al dólar. Esas fueron las fórmulas que emplearon los países de América Latina para superar su crisis económica e hiperinflación en los años 80  y 90 y es el camino que debería seguir Venezuela en la actualidad.
Si bien la economía hasta ahora no ha entrado en un proceso de hiperinflación, el nivel de devaluación de la moneda es de tal magnitud que no deja otras opciones sino las expresadas en el párrafo anterior.
La dolarización formal, o sea, la adopción del dólar como única moneda de curso legal no es lo más conveniente, pero se puede encontrar una solución mixta:
a)      La creación de una nueva moneda, que he llamado el bolívar oro, con valor 1 a 1,  a la par del dólar,  de valor fijo y  cambio libre en el mercado y respaldada 1 a 1 por dólares, oro y las reservas petroleras de Venezuela y
b)      La dolarización informal, es decir, permitir el libre uso del dólar en todas las transacciones de la economía.
Lo más difícil es determinar a cuanto por dólar o bolívar oro se debería convertir la masa monetaria existente hoy. Por ejemplo, en el año 2000, el Presidente Jamil Mawad, de Ecuador, en una situación similar, aceptó la cotización del mercado que era entonces de 25 mil sucres por dólar. En Venezuela no se podría hacer algo así porque sería un caos. Habría, pues, que establecer una paridad justa e inmediatamente articular la nueva estructura de costos, precios y salarios de la economía en base a la nueva moneda el bolívar oro y el dólar.
El esquema de circulación conjunta de la moneda nacional y el dólar se aplicó en Argentina en tiempos de la Convertibilidad, en El Salvador a partir del año 2001 y se aplica en Nicaragua y Perú. En Ecuador la situación es diferente porque ese país adoptó el dólar como única moneda de curso legal a partir de enero del año 2000 y lo ha mantenido hasta el presente. En Panamá la moneda oficial es el Balboa pero todas las transacciones se hacen en dólares, porque el Balboa existe sólo en moneda fraccionaria. Como puede apreciarse, varias naciones de América Latina, con recursos menores a los de Venezuela, emplean indistintamente sus monedas nacionales y el dólar en sus economías.
Dejo constancia que conozco la Ley de Gresham y sé lo que implica la circulación de dos monedas de diferente valor, pero este no sería el caso de Venezuela, porque, como ya se dijo, el bolívar oro se cotizaría a la par del dólar y con su misma fortaleza porque estaría respaldado 1 a 1  por dólares, oro y las reservas petroleras venezolanas.
Mantener la libertad de cambio de la moneda tiene sus riesgos. Uno es la llegada de capitales especulativos que en cualquier momento pueden emigrar creando una crisis en la balanza de pagos, pero para evitar esas situaciones están las autoridades monetarias y financieras que pueden adoptar previsiones en la materia. Una de esas medidas es mantener un nivel suficientemente alto de reservas en divisas y oro, cosa que sería posible en Venezuela por ser un país petrolero con ingresos permanentes y crecientes de divisas, si se usan esas divisas debidamente, cobrando efectivamente el petróleo y si se atesora el oro de Guayana.
La otra medida es ejercer un control sobre las importaciones para proteger tanto la cuenta corriente como la cuenta de capital de la balanza de pagos. La falta de control en esa materia fue lo que contribuyó a acentuar la crisis de Argentina en los 80 y 90, golpeando a la agricultura e industria de ese país, provocando la hiperinflación y el desempleo. Por eso, es muy importante conocer las experiencias de otros países.
La otra decisión fundamental para el logro del proceso de recuperación económica de Venezuela es detener el endeudamiento y hacer todo lo posible por pagar la deuda externa existente, porque la deuda si es un factor desestabilizador de la economía de los países.
Adoptando el conjunto de medidas antes anunciadas, Venezuela acabaría con la causa fundamental de la inflación y la escasez y emprendería el camino hacia el progreso, pero ello requiere del diseño y puesta en práctica de una nueva y diferente política económica.



viernes, 4 de octubre de 2013

Cómo acabar con la inflación y la escasez en Venezuela, la hiperinflación en la América Latina

Índice
  1. Introducción
  2. ¿En ruta hacia la hiperinflación?
  3. La devaluación desencadenó la hiperinflación
  4. Causa de la devaluación
  5. Efectos del aumento de las tasas de interés
  6. La devaluación en Venezuela
  7. La aplicación del modelo neoliberal
  8. Cómo los países de Latinoamérica superaron la hiperinflación
  9. La solución para Venezuela
  10. A Venezuela le quedan dos alternativas, dolarizar la economía o crear una nueva moneda atada al dólar. 
  1. Introducción
La inflación ha generado grandes cambios en el mundo. Por ejemplo, en su obra, Observaciones sobre las causas de la declinación de las civilizaciones antiguas, el economista austríaco Ludwig Von Mises (1881-1973) aseguraba que la inflación fue una causa determinante de la caída del Imperio Romano. En tiempos modernos, en el siglo XX, el fascismo y el nazismo y, en consecuencia, la Segunda Guerra Mundial,  tuvieron también su origen en los procesos inflacionarios que vivió Europa en los años 20 y 30, como lo confirma en sus obras el notable economista norteamericano Paul Anthony Samuelson (1915-2009).

  1. ¿En ruta hacia la hiperinflación?
Se considera que una economía se encuentra en hiperinflación cuando registra un incremento mensual de la inflación superior al 50 por ciento. Venezuela no se encuentra en una situación de hiperinflación, pero si continúa por el camino que va corre el riesgo de entrar en un proceso de estancamiento económico con hiperinflación, como ha ocurrido en otros países de América Latina.
La experiencia del  Continente es importante, por eso,  en este trabajo explicaremos sucintamente cómo Argentina, Bolivia, Brasil y Perú lograron superar la hiperinflación en los años ochenta, después de un largo período de incertidumbre económica.
Al final,  presentamos una idea de política económica que creemos constituye en este momento la única opción efectiva para resolver el problema económico financiero del país. En Venezuela abundan los diagnósticos pero hay muy pocas propuestas completas, con una visión de conjunto para resolver los problemas y, las que hay, son generalmente respuestas parciales, sectoriales, inspiradas en concepciones tradicionales, ortodoxas, las cuales han demostrado más bien ser  la causa de los problemas. El ejemplo más nítido en ese sentido fue la política neoliberal que, en vez de un medicina, se convirtió más bien en la causa de la crisis vivida por América Latina en los años ochenta y noventa y cuyos efectos todavía siguen proyectando su sombra en el panorama económico. La solución tampoco está en el comunismo y mucho menos en el socialismo extremista, que confisca el derecho de propiedad y resta libertad de acción a los actores económicos.
La solución está en un equilibrio que reconozca el papel del mercado y el papel del Estado con el propósito de crear el mayor bienestar económico y su justa distribución. Se requiere, pues, plantear argumentos diferentes, eclécticos, capaces de resolver de una manera práctica los problemas de la sociedad. No hay soluciones mágicas ni nadie puede atribuirse la verdad absoluta en ninguna materia, pero se pueden construir soluciones en base a la experiencia exitosa de otros países y en base a la propia realidad.

  1. La devaluación desencadenó la hiperinflación
La experiencia histórica muestra que el factor clave, desencadenante de la hiperinflación,  ha sido la devaluación de las monedas. Esto fue lo que ocurrió en Alemania en los años 20, ya que todos los días se ajustaba la tasa de cambio respecto al dólar y ello constituía el marcador de todos los precios en la economía.
En América Latina ocurrieron experiencias parecidas en los años ochenta en Argentina, Bolivia, Brasil y Perú, países en los que la devaluación de la moneda antecedió al proceso de hiperinflación.

  1. Causa de la devaluación
A su vez, la devaluación tuvo su origen, esencialmente, en el debilitamiento de las reservas internacionales de las naciones como consecuencia de la deuda externa,  la caída del precio de las materias primas y del ataque de factores financieros internacionales contra las monedas de algunos países. Eso ocurrió en Argentina entre 1989 y 1990 y en México a partir del 20 de diciembre de 1994 cuando el presidente Ernesto Zedillo devaluó el peso, fenómeno conocido como Efecto Tequila, que tuvo repercusión posterior en la América Latina. En otras regiones del mundo también se registraron situaciones similares, como la crisis del Sudeste de Asia, iniciada el  2 de julio de 1997 provocada por la devaluación de la moneda de Tailandia, hecho que arrastró luego a las monedas de Corea, Indonesia, Malasia y Filipinas y el ataque al rublo, que provocó la crisis financiera de Rusia a partir del 17 de agosto de 1998.
En todos los hechos mencionados hay un elemento en común, la deuda y  la fuga de capitales provocada por los grandes actores económicos internacionales, de manera que no se le puede atribuir a la expansión fiscal ni monetaria de los países la responsabilidad principal por la devaluación de las monedas y la hiperinflación.
 
  1. Efectos del aumento de las tasas de interés
Pero también los gobiernos contribuyen a desencadenar las crisis financieras, porque son ellos los que deciden el incremento y/o disminución de las tasas de interés en la mayoría de los países.

  1. La devaluación en Venezuela
El endeudamiento masivo y a corto plazo sumado al aumento de las tasas de interés internacionales  hizo que el gobierno del Presidente Luis Herrera Campins devaluara el bolívar en febrero de 1983, al no poder cumplir con el pago de los compromisos financieros de entonces. A partir de ese momento, se inició el proceso de devaluación de la moneda en Venezuela, del que el país no ha podido salir hasta ahora. Han sido, pues, treinta años de devaluación: 1983-2013, con una devaluación acumulada superior a 800 mil por ciento si se considera el precio del dólar que no se puede decir;  algo insólito en el mundo.

  1. La aplicación del modelo neoliberal
En los años ochenta y noventa del siglo XX, los organismos financieros internacionales impusieron el modelo neoliberal a muchos países, entre ellos a los de América Latina que, ahogados por el problema de la deuda, no tuvieron otra opción sino aceptar. Las medidas más importantes del modelo eran: a)  la reducción del tamaño del Estado para garantizar así el pago de la deuda a la banca y b) la privatización de las empresas públicas más rentables de los países que pasaron entonces a formar parte del capital internacional.  Era, simplemente, una política de despojo.
Adicionalmente el modelo planteaba la liberalización del comercio, para garantizar así las exportaciones de los países industrializados hacia los países en desarrollo, el libre movimiento de capitales, la liberación de las tasas de interés, la abolición de las normas que protegían a los trabajadores, para abaratar  así los despidos y medidas para eliminar el déficit fiscal, entre ellas,  el incremento de las tarifas de los servicios públicos y el despido masivo de empleados públicos.
Las medidas neoliberales golpearon seriamente a los sectores productivos de los países, especialmente a la agricultura y a la industria generando el aumento del desempleo y con ello la radicalización de la crisis social, de la inflación y la hiperinflación.

  1. Cómo los países de Latinoamérica superaron la hiperinflación
En medio de las tensiones existentes en el campo fiscal, productivo y en las calles con grandes desórdenes, los gobiernos buscaron fórmulas para minimizar o revertir el grave problema de la hiperinflación. Argentina, por ejemplo, tuvo dos éxitos en esta materia, el primero en 1985 en el gobierno de Raúl Alfonsín, a raíz de la aparición del Plan Austral que creó una nueva moneda, el austral, pero luego esta moneda sufrió una fuerte devaluación lo que provocó que en 1991, en el gobierno de Carlos Menem, el ministro de Finanzas, Domingo Cavallo, a través de la Ley de Convertibilidad, creara otra nueva moneda, el peso convertible,  a un tipo de cambio con paridad fija de 1 a 1 frente al dólar y con respaldo también 1 a 1 en dólares u oro.
La nueva moneda, el peso convertible de Domingo Cavallo, tuvo once años de éxito y logró controlar la hiperinflación, pero en el año 2001, en el mandato del presidente Fernando de la Rua ese país volvió a sufrir  los efectos de la fuga de capitales provocada por los actores internacionales y por las debilidades intrínsecas de la economía argentina, que había sido afectada, antes, por la política neoliberal en su parte más importante, el comercio exterior. Ello generó una nueva crisis muy difícil. Fue el tiempo del llamado corralito, una medida que ponía límites al retiro de dinero en efectivo de los bancos. El 6 de enero del 2002 el Presidente provisional Eduardo Duhalde eliminó la convertibilidad del peso y este nuevamente comenzó un proceso de devaluación que culminó luego con la declaratoria de default de la deuda argentina y la reaparición de la inflación.
Bolivia, Perú y Brasil resolvieron sus procesos de hiperinflación adoptando medidas similares a las adoptadas por Argentina, es decir, estableciendo nuevas monedas, permitiendo el libre uso del dólar y estableciendo una relación de cambio fija.

  1. La solución para Venezuela
Para que la economía venezolana se recupere es necesario desarrollar una nueva política económica que respete la inversión privada y estimule la producción, especialmente en sectores básicos como la agricultura, la agroindustria, la industria en su conjunto y en actividades generadoras de divisas como el turismo. Sin una rectificación de la política económica la recuperación no será posible.
Se debería diseñar una política económica integral, que tome en cuenta los aspectos políticos y sociales. Las prioridades son: elevar la producción, combatir la inflación y la escasez, aumentar el empleo formal y garantizar una entrada mayor de divisas.

  1.  A Venezuela le quedan dos alternativas, dolarizar la economía o crear una nueva moneda atada al dólar
Dada la magnitud de la crisis, a Venezuela no le quedan sino dos alternativas: a) dolarizar la economía o b) crear una nueva moneda atada al dólar. Esas fueron las fórmulas que emplearon los países de América Latina para superar su crisis económica e hiperinflación en los años 80  y 90 y es el camino que debería seguir Venezuela en la actualidad.
Si bien la economía hasta ahora no ha entrado en un proceso de hiperinflación, el nivel de devaluación de la moneda es de tal magnitud que no deja otras opciones sino las expresadas en el párrafo anterior. La devaluación en Venezuela es superior a 800 mil por ciento: de Bs. 4,30 en el año 1983 a la cifra del mercado que no se puede decir ahora, pero agregándole tres ceros, porque, recuérdese, que en el año 2008 se hizo la reconversión monetaria. Compruébelo usted mismo haciendo el cálculo correspondiente.
La dolarización formal, o sea, la adopción del dólar como única moneda de curso legal no es lo más conveniente, pero se puede encontrar una solución mixta:
a)      La creación de una nueva moneda, que he llamado el bolívar oro, con valor 1 a 1, a la par del dólar,  de valor fijo y cambio libre en el mercado y respaldada 1 a 1 por dólares, oro y las reservas petroleras de Venezuela y
b)      La dolarización informal, es decir, permitir el libre uso del dólar en todas las transacciones de la economía.
Lo más difícil es determinar a cuanto por dólar o bolívar oro se debería convertir la masa monetaria existente hoy en la economía. Por ejemplo, en el año 2000, el Presidente Jamil Mawad, de Ecuador, en una situación similar, aceptó la cotización del mercado que era entonces de 25 mil sucres por dólar. En Venezuela no se podría hacer algo así porque sería un caos. Habría, pues, que establecer una paridad justa e inmediatamente articular la nueva estructura de costos, precios y salarios de la economía en base a la nueva moneda el bolívar oro y el dólar.
El esquema de circulación conjunta de la moneda nacional y el dólar se aplicó en Argentina en tiempos de la Convertibilidad, en El Salvador a partir del año 2001 y se aplica en Nicaragua y Perú. En Ecuador la situación es diferente porque ese país adoptó el dólar como única moneda de curso legal a partir de enero del año 2000 y lo ha mantenido hasta el presente. En Panamá la moneda oficial es el Balboa pero todas las transacciones se hacen en dólares, porque el Balboa existe sólo en moneda fraccionaria. Como puede apreciarse, varias naciones de América Latina, con recursos menores a los de Venezuela, emplean indistintamente sus monedas nacionales y el dólar en sus economías.
Dejo constancia que conozco la Ley de Gresham y sé lo que implica la circulación de dos monedas de diferente valor, pero este no sería el caso de Venezuela, porque, como ya se dijo, el bolívar oro se cotizaría a la par del dólar y con su misma fortaleza porque estaría respaldado 1 a 1  por dólares, oro y las reservas petroleras venezolanas.
Mantener la libertad de cambio de la moneda tiene sus riesgos. Uno es la llegada de capitales especulativos que en cualquier momento pueden emigrar creando una crisis en la balanza de pagos, pero para evitar esas situaciones están las autoridades monetarias y financieras que pueden adoptar previsiones en la materia. Una de esas medidas es mantener un nivel suficientemente alto de reservas en divisas y oro, cosa que sería posible en Venezuela por ser un país petrolero con ingresos permanentes y crecientes de divisas, si se usan esas divisas debidamente, cobrando efectivamente el petróleo y si se atesora el oro de Guayana.
La otra medida es ejercer un control sobre las importaciones para proteger tanto la cuenta corriente como la cuenta de capital de la balanza de pagos. La falta de control en esa materia fue lo que contribuyó a acentuar la crisis de Argentina en los 80 y 90, golpeando a la agricultura e industria de ese país, provocando la hiperinflación y el desempleo. Por eso, es muy importante conocer las experiencias de otros países.
La otra decisión fundamental para el logro del proceso de recuperación económica de Venezuela es detener el endeudamiento y hacer todo lo posible por pagar la deuda externa existente, porque la deuda si es un factor desestabilizador de la economía de los países.
Adoptando el conjunto de medidas antes anunciadas, Venezuela acabaría con la causa fundamental de la inflación y la escasez y emprendería el camino hacia el progreso, pero ello requiere del diseño y puesta en práctica de una nueva y diferente política económica. 

sábado, 7 de septiembre de 2013

Los efectos políticos de la hiperinflación, el espejo en que Venezuela debería mirarse

El notable economista norteamericano Paul Anthony Samuelson (1915-2009), Premio Nobel de Economía 1970, escribió una concepto digno de tener siempre presente; dijo Samuelson que “El ciclo económico presenta a las naciones democráticas un desafío, casi un ultimátum: o consiguen controlar las depresiones y las inflaciones extremadas mejor de lo que lo hicieron hasta la Segunda Guerra Mundial, o la estructura política de la sociedad estará en peligro.” Y agregaba que “la solidez política de una democracia está estrechamente ligada al mantenimiento efectivo y firmemente estable de la calidad de vida y alto nivel de empleo, hasta el punto de que no sería aventurado afirmar que la multiplicación de las dictaduras y la Segunda Guerra Mundial resultante se deben, en gran parte, a la incapacidad del mundo para enfocar adecuadamente el problema económico.” (1)
Samuelson tenía muy claro que la Gran Depresión con sus secuela de desempleo fue lo que provocó la radicalización política de Europa y de los mismos Estados Unidos en las primeras décadas del siglo XX y por eso, después de la guerra, publicó en sus libros las citadas advertencias, para que los líderes políticos evitaran en el futuro la repetición de tan desafortunados acontecimientos.
Los orígenes de la inflación en los últimos años
El período de treinta años entre 1945 y 1975, fue llamado la Era de Keynes, una etapa caracterizada por el crecimiento del empleo, la producción y la recuperación económica de los países devastados por la Segunda Guerra Mundial. Pero a partir de 1975, debido a las manipulaciones monetarias de algunos países, especialmente de Alemania, la economía mundial volvió a entrar en una etapa de incertidumbre y el fenómeno de la inflación y el desempleo comenzó a dar signos de reaparición. A ello contribuyó, además, luego, en 1973,  la decisión de los países de la OPEP de suspender el suministro de petróleo a Estados Unidos y los países que habían apoyado a Israel durante la Guerra del Yom Kipur (octubre de 1973), hecho conocido como el embargo petrolero árabe, lo cual provocó un incremento violento de los precios del petróleo y desató la recesión en Occidente.
El aumento de los precios del petróleo generó una nueva realidad financiera mundial, en la que los países petroleros comenzaron a disponer de recursos extraordinarios que nunca antes habían disfrutado. Esa inmensa riqueza que salió de los grandes países industrializados, especialmente, como grandes compradores de petróleo, volvió a esos países en forma de depósitos en sus bancos, ya que los países petroleros colocaron ese dinero en la banca internacional. Es allí cuando comienza a tomar forma la crisis de la deuda de los países en desarrollo, que se haría visible en la década de los ochenta, ya que los bancos buscaron formas para colocar la nueva cantidad de dinero entre los países en desarrollo que, por lo demás, se veían obligados a contraer los préstamos al no tener como pagar los nuevos precios de la energía y los nuevos precios de los productos terminados que compraban en las naciones industrializadas.
Los hechos antes narrados afectaron en primera instancia a las naciones de la América Latina, especialmente a Argentina, Bolivia, Brasil y Perú, países que experimentaron procesos de hiperinflación en los años ochenta y noventa del siglo XX. Un elemento común al proceso de hiperinflación en esos países fue la crisis de la deuda externa, ya que llegó un momento en el que no pudieron pagar sus compromisos y ello los obligó a devaluar sus monedas, hecho que, en mi opinión, fue la causa principal de la hiperinflación en esos países, sin descartar, por supuesto, otros elementos estructurales.
La solución
La solución común al problema de hiperinflación en cada uno de los países antes citados fue el establecimiento de un cambio fijo de la moneda. Esa fue la decisión clave del programa económico adoptado por el ministro Domingo Cavallo, en Argentina, en 1991, medida que junto a otras de carácter fiscal le permitió a ese país controlar la hiperinflación, después de muchos años intentando lograrlo sin éxito. Medidas similares fueron adoptadas por Bolivia, que tuvo el mayor índice de hiperinflación del continente en los años ochenta y lo corrigió adoptando un tipo de cambio fijo y reformas fiscales. El Perú siguió un camino similar, al igual que Brasil y lograron revertir el proceso de hiperinflación.
Venezuela debería considerar la experiencia de otros países latinoamericanos
Venezuela, que está al borde de la hiperinflación, debería considerar la experiencia de los países de Latinoamérica que ya pasaron por ese proceso y diseñar un programa de control de la hiperinflación. El concepto de programa de estabilización, lamentablemente está muy desacreditado, pero se debe crear una fórmula para responder a la urgente necesidad de evitar que la hiperinflación avance y ello pasa, necesariamente, por la creación de una nueva moneda con cambio fijo, a la par del dólar, que he llamado el bolívar oro. La devaluación acumulada en Venezuela es de más de 800 mil por ciento si se considera la cotización  del mercado que no se puede decir. Cuando un país llega a ese nivel de devaluación no tiene otra alternativa sino generar la confianza necesaria para restablecer los equilibrios de la economía y ello requiere atarse, de alguna forma, a la moneda internacional de pago, que es el dólar.
(1)    Paul Anthony Samuelson, Curso de Economía Moderna, páginas 3 y 420, Aguilar, Madrid, 1975, citado por Pablo Rafael González en Una Idea Concreta para Combatir la Desocupación, la Doble Jornada y la Media Jornada, página 8, Book Surge Publishing, 2006, North Carolina, USA.



La diferencia de precio de los vehículos entre Venezuela y Estados Unidos es estrambótica

Los vehículos de pasajeros, de carga y de transporte son bienes de primera necesidad. Especialmente en países como Venezuela que no tienen desarrollada una red ferroviaria.
Como consecuencia de la política económica y especialmente del problema monetario y cambiario, algunos sectores de la economía se han visto afectados de una manera especial en los últimos años. La oferta de vehículos es uno de los sectores más golpeados. Esto ha hecho que los precios en ese sector alcancen niveles desproporcionados, tanto en vehículos nuevos como usados. Ello llevó al gobierno a promover una ley para regular los precios, que próximamente entrará en vigencia.
¿Será capaz esa ley de regular el mercado automotor?
Esa es la gran pregunta, porque, como se sabe, la gente busca siempre maneras de evadir ese tipo de leyes.
Pero lo que sí es cierto es que los precios de los vehículos en Venezuela son algo increíble y, además, absurdo, ya que contrariamente a lo que ocurre en el resto de los países del mundo en el que los vehículos se deprecian desde el mismo momento en que salen de las oficinas de ventas, en Venezuela ocurre lo contrario y los vehículos usados aumentan de precio sostenidamente. Ello, obviamente, es consecuencia del proceso de inflación que vive el país.
El conjunto de situaciones antes narradas han hecho que adquirir un vehículo sea algo verdaderamente difícil para la mayoría de las personas, tanto por razón de sus altos precios como por la limitada oferta de vehículos nuevos en el mercado.
La industria automotriz en Venezuela
A partir del año 1958, Venezuela inició un proceso de sustitución de importaciones de bienes finales y para ello comenzó a desarrollar la industria en sus dos niveles, la gran industria y la mediana y pequeña industria. Ese proceso se realizó con gran éxito hasta fines del siglo XX, cuando comenzó un proceso de deterioro industrial que se hizo cada vez más intenso, al extremo de que hoy en día Venezuela presenta un significativo retroceso en ese campo.
A pesar de todo ello, la industria automotriz venezolana ha sobrevivido y recibido importantes incentivos, entre ellos, la asignación de divisas a un precio preferencial. Pero la industria no ha correspondido a esos beneficios cumpliendo su función social y mercantil de proveer adecuadamente la oferta en el mercado sino que, por el contrario, su producción cada día ha sido menor. Pero esto no es lo más significativo. Lo que más llama la atención es la gigantesca diferencia de precios entre los vehículos producidos en Estados Unidos y los producidos en Venezuela. A título de ejemplo diremos que un automóvil Spark cuyo precio sugerido de lista en Venezuela para septiembre de este año 2013 es de 144.451 bolívares equivale a la cantidad de U.S $ 22.928 a la tasa oficial de 6,30 bolívares por dólar. Ese mismo vehículo Spark cuesta $ 12,170 dólares en los Estados. Esto significa que el precio en Venezuela es casi el doble del precio en Estados Unidos.
Pero veamos otro caso: el vehículo Cruze de General Motors, tiene un precio en Venezuela de 554.574 bolívares, lo que equivale a 88.022 dólares, a la tasa de 6,30 bolívares por dólar. Ahora bien, ese mismo vehículo Cruze cuesta $ 17.170 dólares en los Estados Unidos. Es decir, que en Venezuela cuesta $ 70.852 dólares más, o sea, más de cinco veces el precio de Estados Unidos.
Con los vehículos SUV la situación es mucho más escandalosa. La camioneta Tahoe tiene en Venezuela un precio de 997.396 bolívares, lo que representa $ 158.316 dólares a la tasa oficial de Bs. 6,30 por dólar. Una camioneta similar en Estados Unidos, la Terrari, cuesta $ 26.305 dólares. Es decir, que la Tahoe en Venezuela cuesta $ 132.011 dólares más que la Terrari en Estados Unidos.
¿Por qué ocurre todo esto?
Bueno, esa es la otra gran pregunta, cuyas respuestas deberían ser dadas por la industria automotriz y los órganos reguladores del Estado en Venezuela.
Mi hermano Luigi Alberti me decía ayer al hablar del tema que no se puede comparar la actividad empresarial en Estados Unidos con la actividad empresarial en Venezuela y me ponía por ejemplo la situación de los impuestos y las limitaciones que crea la nueva ley del trabajo en Venezuela.
Ciertamente, Venezuela pasó de un extremo a otro en el campo tributario, de no cobrar prácticamente nada a ejercer hoy en día una intensa presión tributaria. La actividad empresarial en Venezuela está sujeta a tributos múltiples que cobran los diferentes poderes, nacional , estadal y municipal y ello afecta el balance de las empresas. También es cierto que la nueva ley del trabajo crea condiciones que afectan el desarrollo normal de las actividades productivas.
Pero, todo ello no justifica la gigantesca diferencia de precios entre los vehículos en Venezuela y Estados Unidos, tomando en cuenta que buena parte de los componentes para la fabricación de los vehículos se importan a la tasa preferencial de 6,30 bolívares por dólar.
Ciertamente, otra parte importante de los componentes de los vehículos son adquiridos por las ensambladoras en Venezuela y ello incide en el costo, pero aún así, la diferencia de precios de los vehículos en Venezuela respecto a los precios de Estados Unidos es de tal magnitud que no parece tener explicación razonable y lógica.
Las compañías automotrices son empresas transnacionales y operan  también con tecnología e insumos transnacionales, los precios, pues, deberían ser también los precios internacionales, cuyo marcador principal es el precio en los Estados Unidos de América.
La industria automotriz en el desarrollo económico
La industria automotriz es  una de las actividades económicas más importantes, por los efectos multiplicadores que ejerce en el resto de la economía. Pero la industria debe cumplir no sólo su rol como empresa para el beneficio de sus dueños, sino que, además, debe cumplir una función en la sociedad: garantizar que el mayor número de ciudadanos tengan acceso a sus vehículos porque, como se dijo al comienzo de este artículo, los vehículos son bienes de primera necesidad en todas las sociedades.
Fuentes: