sábado, 7 de septiembre de 2013

Los efectos políticos de la hiperinflación, el espejo en que Venezuela debería mirarse

El notable economista norteamericano Paul Anthony Samuelson (1915-2009), Premio Nobel de Economía 1970, escribió una concepto digno de tener siempre presente; dijo Samuelson que “El ciclo económico presenta a las naciones democráticas un desafío, casi un ultimátum: o consiguen controlar las depresiones y las inflaciones extremadas mejor de lo que lo hicieron hasta la Segunda Guerra Mundial, o la estructura política de la sociedad estará en peligro.” Y agregaba que “la solidez política de una democracia está estrechamente ligada al mantenimiento efectivo y firmemente estable de la calidad de vida y alto nivel de empleo, hasta el punto de que no sería aventurado afirmar que la multiplicación de las dictaduras y la Segunda Guerra Mundial resultante se deben, en gran parte, a la incapacidad del mundo para enfocar adecuadamente el problema económico.” (1)
Samuelson tenía muy claro que la Gran Depresión con sus secuela de desempleo fue lo que provocó la radicalización política de Europa y de los mismos Estados Unidos en las primeras décadas del siglo XX y por eso, después de la guerra, publicó en sus libros las citadas advertencias, para que los líderes políticos evitaran en el futuro la repetición de tan desafortunados acontecimientos.
Los orígenes de la inflación en los últimos años
El período de treinta años entre 1945 y 1975, fue llamado la Era de Keynes, una etapa caracterizada por el crecimiento del empleo, la producción y la recuperación económica de los países devastados por la Segunda Guerra Mundial. Pero a partir de 1975, debido a las manipulaciones monetarias de algunos países, especialmente de Alemania, la economía mundial volvió a entrar en una etapa de incertidumbre y el fenómeno de la inflación y el desempleo comenzó a dar signos de reaparición. A ello contribuyó, además, luego, en 1973,  la decisión de los países de la OPEP de suspender el suministro de petróleo a Estados Unidos y los países que habían apoyado a Israel durante la Guerra del Yom Kipur (octubre de 1973), hecho conocido como el embargo petrolero árabe, lo cual provocó un incremento violento de los precios del petróleo y desató la recesión en Occidente.
El aumento de los precios del petróleo generó una nueva realidad financiera mundial, en la que los países petroleros comenzaron a disponer de recursos extraordinarios que nunca antes habían disfrutado. Esa inmensa riqueza que salió de los grandes países industrializados, especialmente, como grandes compradores de petróleo, volvió a esos países en forma de depósitos en sus bancos, ya que los países petroleros colocaron ese dinero en la banca internacional. Es allí cuando comienza a tomar forma la crisis de la deuda de los países en desarrollo, que se haría visible en la década de los ochenta, ya que los bancos buscaron formas para colocar la nueva cantidad de dinero entre los países en desarrollo que, por lo demás, se veían obligados a contraer los préstamos al no tener como pagar los nuevos precios de la energía y los nuevos precios de los productos terminados que compraban en las naciones industrializadas.
Los hechos antes narrados afectaron en primera instancia a las naciones de la América Latina, especialmente a Argentina, Bolivia, Brasil y Perú, países que experimentaron procesos de hiperinflación en los años ochenta y noventa del siglo XX. Un elemento común al proceso de hiperinflación en esos países fue la crisis de la deuda externa, ya que llegó un momento en el que no pudieron pagar sus compromisos y ello los obligó a devaluar sus monedas, hecho que, en mi opinión, fue la causa principal de la hiperinflación en esos países, sin descartar, por supuesto, otros elementos estructurales.
La solución
La solución común al problema de hiperinflación en cada uno de los países antes citados fue el establecimiento de un cambio fijo de la moneda. Esa fue la decisión clave del programa económico adoptado por el ministro Domingo Cavallo, en Argentina, en 1991, medida que junto a otras de carácter fiscal le permitió a ese país controlar la hiperinflación, después de muchos años intentando lograrlo sin éxito. Medidas similares fueron adoptadas por Bolivia, que tuvo el mayor índice de hiperinflación del continente en los años ochenta y lo corrigió adoptando un tipo de cambio fijo y reformas fiscales. El Perú siguió un camino similar, al igual que Brasil y lograron revertir el proceso de hiperinflación.
Venezuela debería considerar la experiencia de otros países latinoamericanos
Venezuela, que está al borde de la hiperinflación, debería considerar la experiencia de los países de Latinoamérica que ya pasaron por ese proceso y diseñar un programa de control de la hiperinflación. El concepto de programa de estabilización, lamentablemente está muy desacreditado, pero se debe crear una fórmula para responder a la urgente necesidad de evitar que la hiperinflación avance y ello pasa, necesariamente, por la creación de una nueva moneda con cambio fijo, a la par del dólar, que he llamado el bolívar oro. La devaluación acumulada en Venezuela es de más de 800 mil por ciento si se considera la cotización  del mercado que no se puede decir. Cuando un país llega a ese nivel de devaluación no tiene otra alternativa sino generar la confianza necesaria para restablecer los equilibrios de la economía y ello requiere atarse, de alguna forma, a la moneda internacional de pago, que es el dólar.
(1)    Paul Anthony Samuelson, Curso de Economía Moderna, páginas 3 y 420, Aguilar, Madrid, 1975, citado por Pablo Rafael González en Una Idea Concreta para Combatir la Desocupación, la Doble Jornada y la Media Jornada, página 8, Book Surge Publishing, 2006, North Carolina, USA.



La diferencia de precio de los vehículos entre Venezuela y Estados Unidos es estrambótica

Los vehículos de pasajeros, de carga y de transporte son bienes de primera necesidad. Especialmente en países como Venezuela que no tienen desarrollada una red ferroviaria.
Como consecuencia de la política económica y especialmente del problema monetario y cambiario, algunos sectores de la economía se han visto afectados de una manera especial en los últimos años. La oferta de vehículos es uno de los sectores más golpeados. Esto ha hecho que los precios en ese sector alcancen niveles desproporcionados, tanto en vehículos nuevos como usados. Ello llevó al gobierno a promover una ley para regular los precios, que próximamente entrará en vigencia.
¿Será capaz esa ley de regular el mercado automotor?
Esa es la gran pregunta, porque, como se sabe, la gente busca siempre maneras de evadir ese tipo de leyes.
Pero lo que sí es cierto es que los precios de los vehículos en Venezuela son algo increíble y, además, absurdo, ya que contrariamente a lo que ocurre en el resto de los países del mundo en el que los vehículos se deprecian desde el mismo momento en que salen de las oficinas de ventas, en Venezuela ocurre lo contrario y los vehículos usados aumentan de precio sostenidamente. Ello, obviamente, es consecuencia del proceso de inflación que vive el país.
El conjunto de situaciones antes narradas han hecho que adquirir un vehículo sea algo verdaderamente difícil para la mayoría de las personas, tanto por razón de sus altos precios como por la limitada oferta de vehículos nuevos en el mercado.
La industria automotriz en Venezuela
A partir del año 1958, Venezuela inició un proceso de sustitución de importaciones de bienes finales y para ello comenzó a desarrollar la industria en sus dos niveles, la gran industria y la mediana y pequeña industria. Ese proceso se realizó con gran éxito hasta fines del siglo XX, cuando comenzó un proceso de deterioro industrial que se hizo cada vez más intenso, al extremo de que hoy en día Venezuela presenta un significativo retroceso en ese campo.
A pesar de todo ello, la industria automotriz venezolana ha sobrevivido y recibido importantes incentivos, entre ellos, la asignación de divisas a un precio preferencial. Pero la industria no ha correspondido a esos beneficios cumpliendo su función social y mercantil de proveer adecuadamente la oferta en el mercado sino que, por el contrario, su producción cada día ha sido menor. Pero esto no es lo más significativo. Lo que más llama la atención es la gigantesca diferencia de precios entre los vehículos producidos en Estados Unidos y los producidos en Venezuela. A título de ejemplo diremos que un automóvil Spark cuyo precio sugerido de lista en Venezuela para septiembre de este año 2013 es de 144.451 bolívares equivale a la cantidad de U.S $ 22.928 a la tasa oficial de 6,30 bolívares por dólar. Ese mismo vehículo Spark cuesta $ 12,170 dólares en los Estados. Esto significa que el precio en Venezuela es casi el doble del precio en Estados Unidos.
Pero veamos otro caso: el vehículo Cruze de General Motors, tiene un precio en Venezuela de 554.574 bolívares, lo que equivale a 88.022 dólares, a la tasa de 6,30 bolívares por dólar. Ahora bien, ese mismo vehículo Cruze cuesta $ 17.170 dólares en los Estados Unidos. Es decir, que en Venezuela cuesta $ 70.852 dólares más, o sea, más de cinco veces el precio de Estados Unidos.
Con los vehículos SUV la situación es mucho más escandalosa. La camioneta Tahoe tiene en Venezuela un precio de 997.396 bolívares, lo que representa $ 158.316 dólares a la tasa oficial de Bs. 6,30 por dólar. Una camioneta similar en Estados Unidos, la Terrari, cuesta $ 26.305 dólares. Es decir, que la Tahoe en Venezuela cuesta $ 132.011 dólares más que la Terrari en Estados Unidos.
¿Por qué ocurre todo esto?
Bueno, esa es la otra gran pregunta, cuyas respuestas deberían ser dadas por la industria automotriz y los órganos reguladores del Estado en Venezuela.
Mi hermano Luigi Alberti me decía ayer al hablar del tema que no se puede comparar la actividad empresarial en Estados Unidos con la actividad empresarial en Venezuela y me ponía por ejemplo la situación de los impuestos y las limitaciones que crea la nueva ley del trabajo en Venezuela.
Ciertamente, Venezuela pasó de un extremo a otro en el campo tributario, de no cobrar prácticamente nada a ejercer hoy en día una intensa presión tributaria. La actividad empresarial en Venezuela está sujeta a tributos múltiples que cobran los diferentes poderes, nacional , estadal y municipal y ello afecta el balance de las empresas. También es cierto que la nueva ley del trabajo crea condiciones que afectan el desarrollo normal de las actividades productivas.
Pero, todo ello no justifica la gigantesca diferencia de precios entre los vehículos en Venezuela y Estados Unidos, tomando en cuenta que buena parte de los componentes para la fabricación de los vehículos se importan a la tasa preferencial de 6,30 bolívares por dólar.
Ciertamente, otra parte importante de los componentes de los vehículos son adquiridos por las ensambladoras en Venezuela y ello incide en el costo, pero aún así, la diferencia de precios de los vehículos en Venezuela respecto a los precios de Estados Unidos es de tal magnitud que no parece tener explicación razonable y lógica.
Las compañías automotrices son empresas transnacionales y operan  también con tecnología e insumos transnacionales, los precios, pues, deberían ser también los precios internacionales, cuyo marcador principal es el precio en los Estados Unidos de América.
La industria automotriz en el desarrollo económico
La industria automotriz es  una de las actividades económicas más importantes, por los efectos multiplicadores que ejerce en el resto de la economía. Pero la industria debe cumplir no sólo su rol como empresa para el beneficio de sus dueños, sino que, además, debe cumplir una función en la sociedad: garantizar que el mayor número de ciudadanos tengan acceso a sus vehículos porque, como se dijo al comienzo de este artículo, los vehículos son bienes de primera necesidad en todas las sociedades.
Fuentes: